lunes, 27 de abril de 2009

La llegada del periodo primaveral ocurre cuando ya la muerte ha alcanzado a la estación del frío y el aletargamiento de la vida, sin pausa alguna el ciclo vital de la naturaleza vuelve a comenzar, todo vuelve a renacer. Para darse cuenta de esto no hace falta más que fijarse en los paisajes que nos rodean, algo han cambiado y sin duda ahora están más bellos, llenos de color y con una nueva vitalidad. Los campos floridos, la luz de la tarde, los verdes valles y los abundantes cauces, las plazas con sus jardines y las calles repletas de luz, ...y Granada. En Granada la flor es la nueva vecina de sus gentes, toma posesión de todas las placetas, de los jardines, de las angostas y tortuosas callejuelas encaladas. Jazmines, azahares, geranios, celindas y un sinfín de especies dan color a la ciudad de los cármenes y junto a ellas el agua. Si el agua es ya uno de los mayores atributos de la ciudad ahora en primavera corre por doquier, es abundante y muy fresca a causa de los deshielos de la Sierra Nevada desde donde dos de los tres rios de Granada descienden a la Vega. Agua que nace en los altos manantiales y que tras recorrer arroyos, acequias, canales, surtidores, y fuentes como el ciclo de la vida morirá en una gran alberca que es donde muere el agua en Granada.
De igual modo, con la primavera, renace “El Último Reino” para seguir dedicando un pequeño rincón de la red a la antigua capital del mundo y a su incomparable belleza.

Pasada ya la parte más dura del invierno, los días de sol han despertado al más madrugador de los habitantes de nuestros montes, el almendro. Nos encontramos en la población de Víznar a una altitud de 1050 metros desde la que se domina toda la extensión de la Vega granadina. Los campos de olivos que bien podrían traernos el rumor de los versos de Federico son el escenario de nuestro paseo, desde aquí la visión de Sierra Nevada es total, impactante, más aún en las últimas horas de la tarde en las que la nieve adquiere tonalidades rosáceas que varían en cuestión de momentos, en las que las sombras de unos picos se proyectan en las faldas de los otros, la flor del almendro parece querer mimetizarse con los mismos colores blancos y rosas de la nieve. Cuando la mayoría de la vegetación aun parece aletargada por los fríos propios de la estación este árbol, la Prunus Dulcis, viene a poner la nota de color sobre los tonos terrosos de las ramas aún desnudas. Es este el anuncio de que la primavera ya está cerca, de que pronto volverá a cubrir de verde los campos.

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